miércoles, 25 de junio de 2014

Una carta en el suelo

Me pregunto de qué sirvió habernos encontrado, del otro lado del mundo, años después.
¿Para ahora tener este vacío en el pecho? ¿Para terminar de pudrir mi mortaja de sueños?
Qué triste. Qué pena que todo sea nada. Nada. Pura ausencia. Desalmado el mundo de mentiras.
Lloro. Duelo por dentro. Sufro lo intangible, ver tus ojos que no miran, la distancia bien cerca.
Ganas de patear el cielo, de no haberte conocido aquel octubre. De destruir nuestras canciones, todos los poemas. De morirme y no en tus brazos.
Ojalá dejaras dolerte. La vida es sentir. Son las emociones. Lo que no sube hasta ellas es como sino existiera. Un universo neutro es algo más ausente que uno ficticio. La vida dura lo que mismo que nuestros estremecimientos. Sin ellos, es polvo vital.
Quisiera pegarte en tus costillas lastimadas, que agonices.
No puedo entrar a ese cuarto. Prefiero ver pasar la noche antes que verte dormir. No quiero entrar a ese cuarto. No sentir. A un metro de baldosas, a kilómetros de amor.
No quiero verte más. Nunca más. Que te lleve el viento. Que te pierda el olvido.
Pero no me tomes en serio. No creas lo que digo. Hablo con la angustia en los huesos.
No quiero entrar a ese cuarto. No puedo.
Me quedo en el sillón.
No quiero verte mañana.
No te despidas de mí.


Tuya.

martes, 24 de junio de 2014

Fronteras inútiles

Él envía canciones de ríos secos, de distancias. No quiere ver más a todo aquel que se ha ido.
Habla de extrañarme. Habla de lo que no es.
Cree verme caminando por montevideo.
Y lamenta no haber dicho éso, aquella noche, mientras amasábamos el pan y tomábamos el vino.
Reprocha que no me haya jugado, por él, por nosotros.
No sabe cuánto me gustó andar en bicicleta aquel domingo por 18 de julio, sintiendo el frío en las manos, mi nariz helada, entumecidos los pies.
No sabe, cómo me dejé doler. Ni lo mucho que lo quiero.
Mentí, si dije que el bombón no era de televisión.
Por la mentira, fue el beso. Y por el beso, todo lo demás.
Entonces maldice no haberme podido querer.
No el tiempo
sólo los instantes
no el amor
no

no.
El amor romántico.
Ése que siempre nos faltó. O que anduvo cuadras detrás y jamás pudo alcanzarnos.
Ahora sólo nos queda
un lugar de ausencia
un hilo de miserable unión.
El amor perdió sentido. No nos interesa. Hay cosas más importantes que el amor. No lo necesitamos, él es prescindible.
Lo que ansiamos, es mover la modorra, el odio. Sabotear, quemar. Un amor de barricada.
Amor incendiario, para no decir: "morir es poca cosa", ya muertos.

lunes, 23 de junio de 2014

Loquero

Quiero jugar en el balcón. Cerrar ventanas y bailar.
Y que la música desvíe toda la mierda a otro lugar.
Toda la mugre a otro lugar.

Es tan frágil como lo ves, mi mundo imaginario. 
Nadie sabrá jamás cómo es mi soledad, cómo son mis noches largas mirando por una ventana, tomando pastillas para dormir, buscando gente que no existe.
Éste es el camino, es tan duro como lo ves.
¿Quién me protege a mí de todos estos locos que pueblan la ciudad fuera del manicomio?
Yo no quiero que me miren, no quiero que me toquen. No me toquen.
Debo salir de aquí. No seguir cayendo.

sábado, 7 de junio de 2014

Un cuarto que es uno que es dos

Un entretecho, un abismo.
Ocho escalones, un abismo.
Ella escuchaba el crujir de las tablas bajo mis pies.
Yo oía el mover de lápices entre sus dedos.
Sentíamos nuestra respiración.
Quiso leer el diario de Alejandra. No pudo. Y una noche, pidió meterse en mi cama, pidió abrazos. Algo le dolía, un frío le calaba los huesos, profundo. Se sentía sola. Y yo no le dije nada y la abracé. 
No le dije que después de leer no hay nada, decírselo a aquella persona que no quiere terminar de leer ese libro, porque el autor se suicidó al ponerle el punto final. Y si terminás de leer el libro lo mataste vos. Y entonces vas por la tortura, leyendo de a poco, matando despacio. Una página un día, una puñalada no mortal otro. Corre la baba y la cabeza quiere terminar de una vez con todo, con el libro, con la vida del autor y con las búsquedas incesantes de nuevo material de antiguos escritores.
No le dije que yo la maté.


Treinta y ocho

No puedo. Estoy muerta en vida. Nada me alegra, nada.
Maldita fiebre, vino para quedarse. Mi termómetro es exacto cada vez: treinta y ocho.
Un líquido metálico, seductor y venenoso, parece haberse estancado justo ahí.
Estoy destruida. Ya no me quedan fuerzas para seguir.
Sin embargo, la que está bien viva, es mi mano. Se mueve más rápido que mi sentir. Escribe sola. Baila. Vive sin mí. Y yo parezco desfallecer.
Es injusto. Si tengo que partir, que sea rápido. Yo no quiero sufrir. Que sea de un arrebato. Pido no enterarme. Que la muerte me pille durmiendo, soñando.
No aguanto este malestar. No resisto un día más postrada en esta cama, ni en este patíbulo sin gracia, ni en esta casa sin amor.
¿Cómo será la muerte? ¿Todo negro? ¿Silencio infinito? ¿No pensar?
Tanto da.