domingo, 27 de abril de 2014

La plata, Bs As I

Nina tiene seis años. Por el método Suzuki, aprendió a tocar el violín, el chelo y la flauta. Detesta cantar.
Tiene el pelo lacio, castaño claro. Ella quiere un peinado. La peino una y otra vez pero no se convence, no es lo que ella quiere.
Yo admiro sus pecas, le digo que son hermosas. Tanto las de su nariz, como las de sus mejillas. Y es apenas que termino la frase, cuando bruscamente las cubre con sus manos. Muy enojada, dice que a ella no le gustan y que las odia tanto, que hay días, que se las arranca.
No supe qué decir y no emití palabra. Quedé en silencio.
Pero juro que desde esa tarde en que la conocí, no dejo de pensar en cómo se arrancará una peca.

sábado, 19 de abril de 2014

El Gallito Luis

Buscaba trabajo. Diecinueve años. Domingos mirar el gallito en internet y mandar mail cadena con copia oculta, curriculum vitae adjunto. No hacerlo muy tarde porque las casillas se llenan y el mail rebota. Anotar los que son presenciales e ir lunes temprano.

Primeros trabajos. Trabajos mediocres, mal pagos. Repartidora de volantes, auxiliar de ventas.
Te volvés experta. Ya ni lees, sólo copiás y pegás correos electrónicos. Salteás páginas: coloristas, overloockistas, cortadoras, brushinistas… no, no, conocés bien tus limitaciones.
Lo tuyo es: experiencia en nada. Referencias: ninguna. Estudios: bachiller. Idiomas: Inglés nivel First Certificate. Aspiraciones: maldito dinero.
Te telefonean en la semana. Coordinás entrevistas. Sí, sí, puedo, puedo. Bien. Perfecto –decís cuando te citan. Necesitás trabajar y tus pretensiones disminuyen con el correr de los días. Salir del paso para encontrar algo mejor –te consolás.

Recibo llamada. Presentarse en un importante hotel al mediodía. Cargo: recepcionista.
Voy de traje. Un traje rosa viejo (algo grande para mí, prestado por mi madre) y blusa blanca levemente escotada, piel alunarada a la vista. Rodete en el pelo. Pelo rubiote mezcla de oxidantes y tintas añejas. Perlas blancas en las orejas. Rímel en las pestañas. Labios naturales. Zapatos blancos: baratísimos, masticados en las puntas por un dogo argentino, cachorro. No te los presto más Ana–le dije a mi amiga cuando me los devolvió y vi las puntas masticadas, los colmillos hincados en la cuerina.

Llego. Me anuncio en la recepción. La chica llama a los entrevistadores. Y es raro, porque no son parte del hotel, sino que están alojados en él. Tomo asiento, desconcertada. Creí que el trabajo era específicamente para recepcionista de ese lugar. Pero qué más da. Ya estoy ahí. Espero. Mejor no adelantarse.

Bajan dos hombres. Uno de tez caribeña y el otro, con ojos rasgados. Se presentan y el de acento colombiano, me invita a sentarme en la zona de los sillones. Los observo detenidamente, desconfiada. El asiático tiene traje negro, maletín y oro en sus dedos, en sus muñecas y en su cuello. Tiene un reloj dorado que luce carísimo. Y sus lustrados zapatos brillan tanto, que podría mírame en ellos. El colombiano es más sencillo y es el que habla.

Me dedico a escuchar. El trabajo es para ir a Japón.
¿Japón? –le pregunto asombradísima.
Sí, Japón –contesta él, como si nada.
Es por seis meses, voy a vivir con otras chicas, otras “recepcionistas” de diferentes partes del mundo. Y me van a pagar en dólares, muchos.
-¿En qué consiste el trabajo? –lo increpo (aun sabiendo que no voy a viajar a Japón)
-En recibir a los clientes y hacerlos sentir bien, cómodos. Sólo debes recibirlos, charlar un poco con ellos, compartir una copa y listo.
Mi cara era la de una persona que no sabe dónde carajo se metió.
-Eso no lo decía en el aviso –exclamo enojada
-El aviso del diario, tenía la aclaración –y nombra una palabra que no recuerdo cuál era

¿Para qué sigo ahí? Me voy ya. ¡Quieren prostituirme en Japón! Los miro asustada. ¡Son aterradores mafiosos!
Pienso dos segundos y cambio de idea. No voy a irme. Voy a quedarme a escuchar. Me intrigan sus proposiciones. Ya no tengo nada que perder.

El entrajado y amorrocado no dice una sola palabra. No entiende el español. Habla con el otro, y él me traduce. Cuando hablan entre ellos en japonés, la mirada me queda perdida. El dueño del circo dice que soy muy bonita, que tengo pies pequeños y la piel muy blanca, delicada. Que parezco rumana por mi estatura y que eso gusta mucho a los clientes. Mientras el colombiano lo traduce, el japonés me mira con un leve deseo y cara de hombre malo, duro.

Se volvió un juego para mí. Un juego sádico. Me imaginé siendo puta, viviendo con muchas putas. Ropa desparramada, rubias despeinadas. Una casa llena de putas, contando dólares. El ponja cogiéndonos a piacere. Engañadas. Presas. Perdiendo dólares, perdiendo libertad. Golpes. Moretones en la cara. Labios rajados. Sexo, frío y mucho. El inglés conector. Un lugar oscuro con luces rojas, turbio. Nosotras desnudas, indefensas. Japoneses por doquier. El pacífico insuperable.

Un chasquido de dedos y mi vida da vuelta –concluyo perturbada.

Vuelvo a la conversación. Si los clientes me invitan un trago, son más dólares. Gano una pulsera y a la salida cuentan mis pulseras y yo mis dólares. Me aclara que no es prostitución. Nada de eso, nada de sexo –afirma con aire moralista. Hay guardaespaldas para protegernos a nosotras, las “recepcionistas”. Luego dice que puedo bailar. Y ahí largué la carcajada. No aguanté. Era demasiado todo. Estar ahí, vestida de rosa viejo con dos cafiolos de alto vuelo, al mediodía. Demasiada cosa.
Le digo riendo que el baile no es lo mío. Hace como que no me escucha y sigue contándome tarifas. Que si bailo sin la parte de arriba, es decir, en topless, son más dólares. Y siempre, en cada frase, emplea la palabra “dólares”.
Ultimó que las otras chicas eran muy bien, que ellos ya habían conseguido varias muchachas, así, como yo, en diferentes países europeos. Y que Uruguay y Argentina, eran su último destino antes de emprender el proyecto en Japón.

Saludo. Les miento que lo voy a pensar. El japonés le dice algo al oído al colombiano, éste último me mira y dice que a mí me iría muy bien, que tengo todo para triunfar, que lo piense. No pierdas la oportunidad –remata.

18 de julio. Parada. 110 Manga. Estoy anonadada. Miro por la ventana. Me río, necesito contárselo a alguien. Nadie me va a creer, pienso. Estoy tentada, me imagino bailando con las tetas al aire frente a varios japoneses. Dólares en las caderas. Manos con pulseras. Ya, necesito contárselo a alguien.
Río mucho. Qué divertido. No puedo parar de reír.
Hasta que mi risa se transforma en rabia, en dolor. ¿A mí me iría muy bien? ¿Muy bien lo qué? ¿Qué? ¿Tengo cara de puta? ¿Cara de coger bien? ¿O de sumisa? ¿De imbécil? ¿Cara de qué? ¡Ponjas hijos de puta! ¿Y si estoy sola en el mundo? ¿Y si tuviera hijos? ¿Y si ya fuese puta y me ofrecen tantos dólares, dólares en cada frase? ¿Y si dijera que sí porque no tengo nada que perder en la vida, ni siquiera la vida? ¡Concha de su madre!
Pienso en las que hubiesen ido. En las que fueron. Las vislumbro encerradas, cogiendo sin cesar. Golpeadas. No pudiendo volver ni mandar plata a su familia. Tristes.
Capaz vi muchas películas.
Vaya uno a saber.

Yo por suerte no fui.

Washington Pérez esq. José Belloni

-¡Vo, no sabés lo que pasó el otro día! –me dice con cara de emoción

-¿Qué pasó? –le pregunto

- Le robaron a la Maruja. La revolcaron por el suelo y le arrancaron el monedero

-¿Eh? ¿Dónde?

-Acá –y señala la calle con la mirada

-¿Acá en la cuadra? -pregunto asombrada, levantando la voz

-Sí, acá, en la puerta de la casa. Yo me estaba yendo pal bar a laburar cuando viene el Roberto y le dice al Richard que salga ya, que hay que darle palo a unos que tan de vivos. Sale y ya estaban casi todos los del barrio: el Walter, el Salado, el Pablo, el Luigi… todos.  Van pal fondo del callejón y había dos minas. Las minas dijeron que los pibes saltaron y se escaparon. ¿Y viste cómo es? Nosotros sabemos que del callejón no te escapás y a ellas nadie las conocía.

-¿Era de noche?

-¡Claro que era de noche!  ¿No te digo que me estaba yendo a laburar? –dice enojada

-Ahh, sí, sí. Pregunté por el tema de la oscuridad. ¿Entonces quién la robó?

-¡Habían sido las minas! Tremendas zorras. No les pegaron porque eran minas pero igual la Claudia zamarreó a una. Si hubiesen sido hombres, los hubiesen cagado a palo. Todo el barrio las encerró en círculo y una de ellas lloraba. No las dejaron irse hasta que devolvieron el monedero con todo.

- ¿Y el Luigi qué hacía?

- El Luigi gritaba como un loco

- ¡Jaaa! ¡Cómo me lo perdí!

-Y yo no pude ver todo porque llegaba tarde al laburo pero se armó tremendo quilombo

-Pah, qué viaje vo

-Unas gilas ¿viste? Hay que meterse acá a robar, son patrás. Además, eran de acá a la vuelta, de Carlos Nery, no da. ¡Menos códigos! Esas, te digo… no roban nunca más.

-Sí, tremendas palomas. Nada que ver la Maruja, re vieja pobre. ¡Que arranquen pa Carrasco!

-Es que acá, entre vecinos, nos cuidamos. Yo lo que digo, es que todo el mundo se asusta de esta cuadra, esta cuadra mete miedo, le dicen la boca del lobo, todo. Pero la realidad, es que ésto es lo más tranquilo que hay, es mejor que un barrio residencial. Y lo digo en serio, ¡mejor que un barrio RE SI DEN CIAL!

lunes, 7 de abril de 2014

Los domingos son días para morir

Todo el día en esta cama, postrada. Sin ganas de nada, ni siquiera de morir, de vivir. Nada, nada. Observo las aspas del ventilador girar y girar. Un helicóptero-ventilador pero sin la canción de fondo.
Miro las luces y recuerdo cuando de niña las miraba con los ojos entrecerrados, moviendo la cabeza y las luces parecían largar rayos hacia los costados, rayitos blancos brillantes. Busco el techo, solía imaginarme caminándolo, la casa dada vuelta, subir un escalón para pasar la puerta. Cómo sería vivir al revés. Fantaseaba. Hay hormigas en mis paredes. Desde siempre me pregunto por qué se chocan al cruzarse ¿se saludan? ¿qué hacen? Me intriga. Estoy sola, media muerta, media viva. Me duele la cabeza, el corazón me duele. Pero ella está en camino. Está viniendo. Ella viene y yo la espero.

miércoles, 2 de abril de 2014

¿O qué?

Una cita. Los colores de las verduras. Los cortes de pelo. Hablás de cascadas, de espuma y de edificios. Vos querés ser la princesa, entendí todo. Hoy lo entendí.

¿Qué sos? Yo soy ese vino que se tomó, que fue rico y todos lo sabemos pero ¿qué? ¿Fui una edición limitada? Hazte la fama y échate a dormir. Cuando rompe la ola. Es que vos sos las emociones fuertes, sos el volcán ¿te acordás? Amnesia temporal tenemos todos alguna vez. Mojate la cara. Te refrescás la memoria y largás lava por la boca en segundos, en serio.

Y fumo una pitada más de porro y me dan ganas de un pucho y un trago de vino, de ese que insistí para comprar, que te lo vendí, que le ganó al de $77 que vos proponías, con ese dejo amaderado que contabas. Pido una anécdota por adelantado y me encuentro en una nueva, viviéndola. Con mi delantal de princesa y el tuyo… tan tuyo, tan pegado a tu piel, esa que se quema con aceite cuando cocinás, desnuda, sola, riendo.

What a mess I´ve made of my life? Los delantales lo dicen todo. Vos princesa, yo mucama, esa con bigotes, media sucia, con ropa roída, ordinaria. Pero no me molesta, me gusta que sea así. Me gusta que seas la princesa del viaje. Viste que siempre las mucamas pobres a algún que otro ricachón se enganchan… ¿quién te dice?

Un chuponcito al vino a la carrera, antes de salir, de dejarte, de existir sin vos. Tan rico, apetecible. Y otro más y otro más. Ya voy.

Y me duelen los amores que no fueron, o que se esfumaron, que se perdieron en el tiempo de las decisiones, del con vos o sin vos, del sola. Y ahora me retuerzo en lo que fue. Con un falso puñal que me da en el medio del pecho, por la consecuencia de este vino que me hace volver a quererte acá, haciéndome cuestionar tu partir, pero está bien. Ahora está bien así. Ya pasa, ya vamos a comprar una cerveza más. Y que sigan los recuerdos y que cambie la escena y que baje el telón.

Mi cabeza son las Guyanas, ¿quién sabe? Nadie. ¿Qué importa? Mi cabeza es lo que quiera ser. Yo soy lo que quiera ser. Prefiero morir en el Caribe a que me pise un Peugeot en 8 de octubre.

Y cuando no quieren, no quieren.

Yo no escucho la radio. No miro la tele. ¿Cómo tengo que vivir? Eso es lo que me pregunto siempre. Tengo un copete de la masita. Lloré.

La vida es un misterio.



*Escrito en conjunto con Paola, a modo de cadáver exquisito, una noche cocinando en mi casa.
Esa noche, escuchamos los mejores temas de los Smiths y borrachas inventamos una riquísima receta. Fuimos cinco veces al 24hs de Propios, en peor estado cada vez. Las almaceneras reían. Cenamos y nos acostamos a ver una película pero yo me mareaba. No pude verla porque tuve que levantarme a vomitar. Pao tampoco la vio, se quedó dormida.
Me emborraché a nivel vómito, un martes, en mi cocina. 
Nada mejor que vomitar, bañarse y dormir al lado de alguien que te quiere, que querés. ¿O qué?