Voy a ir al siquiatra
aunque me digan que no.
¿Qué saben ellos
de mi gato en el pecho
de mi pozo de agua aljibe?
Tengo lapicera
y no lloro.
Boys dont`t cry.
Me odiás
pero no
en tu cumpleaños.
Qué dolor
no puedo respirar.
¿Estoy respirando?
¿Ésto es respirar?
El dolor apaga el dolor
simple ecuación de antaño
ancestral.
Toqué
leí
dormí
comí
tomé agua
escribí
reí
pedaleé
y sigo igual
mierda.
Hola
miren
estoy acá
tengo cuchillo
presiono y sangra
¡funciona funciona!
Traza mi nueva ruta
yo sabía
que funcionaba
ya lo había leído
y visto.
Tengo un mapa
virtual
encima mío
bautizaré esta ruta
ruta 1
allá vamos...
En un rato estaré bien
ya lo sé
ya viene
ya se va
señora angustia
vaya a hacer mandados
a cogerse a otro
por ahí
aléjese de mi sucio
ano.
Gato en el pecho
jode gato en el pecho
se corre de lugar
monstruo presiona cabeza
y nuca.
¡Aaaaaaaaaaahh!
Hijos de puta
estoy mutando
perdí el control
mi statu quo
policías en mi cuerpo
en huelga
hijos de puta.
El gato se sacude
en mis entrañas
podridas.
Gato, vete, lindo gatito
deja de balancearte
lamerte
dentro de mí
fuera gato del orto
que venga el sueño
que trae la oscuridad.
Mañana voy a ir
al siquiatra
en taxi
lo juro.
domingo, 26 de enero de 2014
jueves, 9 de enero de 2014
Mujeres
Hoy quisiera escribir sobre otro tema. No sé
cuál, pero no éste. Hoy quisiera no estar rota, no sentir este dolor que me
aprieta hasta el ahogo. Pero eso no se elige. Vos
no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos,
como la lluvia de esta tarde que me agarró desprevenida.
No estoy segura, pero quizás, sean pocas las
cosas que se eligen en la vida, a pesar de que a veces creamos lo contrario.
De golpe fue como si tuviera mil mujeres dando
vueltas en mi mente, mujeres grandes y de vidas hechas. Pero también niñas,
indefensas, tristes, desoladas, escondidas bajo la cama pidiendo auxilio con
los ojos, llenas de temor.
Tengo frases, puñales filosos al centro del pecho,
ajenas palabras que giran formando un collage en mi cabeza. Y no están solas,
están acompañadas de imágenes, muchas, que desearía no tener. Me hacen sentir
náuseas, muy parecidas a las que sentía cuando era niña. Muchas noches, las más
feas de mi vida, tuve que levantarme a escondidas para ir al baño a vomitar del
miedo que tenía. Había un tortuoso secreto que no me dejaba dormir y me
desvelaba para hacerme padecer una culpa tan grande que sólo la aliviaba
sudando, vomitando, defecando o temblando sin parar. Sufría un pánico tan
inmenso que creía que iba a morir. Y capaz la muerte hubiese sido mejor que
aquel martirio.
Recuerdo contar las horas para ver nacer la negra mañana de sol. Porque sólo el día parecía salvarme del tormento. Aunque hubo veces que me pasó de día y en esos momentos tenía que disimular. De repente, sentía un calor tan fuerte en las sienes seguido por un zumbido, que no me dejaban entender lo que sucedía a mi alrededor. Lo único que quería era escapar y refugiarme.
Recuerdo contar las horas para ver nacer la negra mañana de sol. Porque sólo el día parecía salvarme del tormento. Aunque hubo veces que me pasó de día y en esos momentos tenía que disimular. De repente, sentía un calor tan fuerte en las sienes seguido por un zumbido, que no me dejaban entender lo que sucedía a mi alrededor. Lo único que quería era escapar y refugiarme.
Pero no voy a hablar de mí, no hoy.
Hoy quiero tomar pedazos de mujeres. Mujeres
partidas, que se dejan doler por sus recuerdos, y siguen así, sin más,
rotas. Algunas pusieron la
gotita en sus quiebres para
seguir, porque otra manera, sería no seguir.
Recién ahora me pega de frente. El sentimiento de no poseerse por
completo. Tratá de que no se note, o se va a dar cuenta y se va a enojar, y
capaz además de agarrarte el cuello, te tire el pelo o te empuje. Hubiese preferido un poco más de
violencia, quizás ahí mi padre fue un buen padre. No le digas nada a tus
padres. ¿Mi cuerpo? Un tajo en la silla. Cada vez que escucho Für Elise, recuerdo aquellas manos en el piano y me dan náuseas. Una pequeña navaja. Entre
la tibieza extrema y los diminutivos afelpados, y la crudeza de una vida oscura
y triste edulcorada con historias quijotescas es que crecí. ¿Mi vida? Vacío
bien pensado.
Tratá de pensar que no importa; que tu cuerpo es solo un montón de carne y hueso y que da igual, que tarde o temprano iba a pasar, que por lo menos no te lastimaron, que sexo y amor no tienen nada que ver; que el amor no importa. No importa me digo, a pesar de todo y por la contraria tengo esperanzas de ser grande, lo sé, casi de forma religiosa lo sé, me lo dice alguien al oído, me lo digo yo.
Tratá de pensar que no importa; que tu cuerpo es solo un montón de carne y hueso y que da igual, que tarde o temprano iba a pasar, que por lo menos no te lastimaron, que sexo y amor no tienen nada que ver; que el amor no importa. No importa me digo, a pesar de todo y por la contraria tengo esperanzas de ser grande, lo sé, casi de forma religiosa lo sé, me lo dice alguien al oído, me lo digo yo.
Lloraría acurrucada durante largas horas, pero no
vale la pena. Además, hoy ya lloré mientras las leía. Mientras
me dejaba doler en cada letra y me erizaba hasta la nuca. Mientras me azotaban mis
propios recuerdos, enterrados vivos. Prefiero los ojos secos aunque estén opacos. Talvez podría gritar, creyendo aliviarme. Sin embargo, una vez más, prefiero el silencio. Los gritos
siempre me fueron como ecos resonando en ningún lugar.
Así es que elijo quedarme con ese collage de vidas adentro y mi
boca cerrada.
Todo cerrado.
Todo cerrado.
"Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la
que serás y asusta a la niña que fuiste".
A. Pizarnik
martes, 7 de enero de 2014
El origen
Hoy decidí tener un blog. Vaya idea. Lo mejor es que voy escribir cualquier mierda sin sentido y mal escrita, que nadie va a leer. Los motivos no los tengo claros o no los tengo. Pero hoy estoy quemada con todo y nada me importa. Capaz es porque estoy harta de leer comentarios imbéciles en blogs ajenos, porque estoy en Montevideo mientras burgueses veranean en el Este, porque tengo una especie de ampolla injustificablemente dolorosa debajo de la lengua, porque hoy tuve que ponerle vinagre a mi remera razón de que olía radioactiva o porque preferiría no estar en este cuerpo en lo que resta del día, ni en este cuarto acechado por asquerosos y citadinos mosquitos.
Admito que Cubil de loba no es gran nombre para un blog pero lo respalda la historia que hay detrás. Y aclaro que nada tiene
que ver con el famoso libro del orto “mujeres
que corren con los lobos”. Sino que surgió tras un recuerdo. Recordé un bar
de mala muerte, lejano, al que solía ir hace años y robé el nombre adaptándolo
al singular femenino.
El tugurio del que hablo, se llamaba Cubil de lobos. Lo conocí un día que estaba caminando con amigos
en una ciudad desconocida a la cual recién habíamos llegado. Nos atrajo el
nombre y la fachada. Decidimos entrar a pesar de inspirarnos algo de miedo. Nosotros queríamos drogas y un lugar para achicar que fuese oscuro, barato, con poca gente (que estuviese ébria o drogada), buena música y pará de contar.
Más que nada, queríamos hacernos los under en una tierra que no era la nuestra. Unos giles bárbaros.
Entramos y las pocas personas que había, que si mal no
recuerdo eran todos hombres y en estado catastral, nos miraron con mala cara. Era un panorama estilo heavy-celta indescifrable. Nosotros nos hicimos los desentendidos y empezamos a chupar mientras sonaba una suerte de rock bravú. Después de unas
copas, ya con el ambiente distendido, concluí de que era el
momento indicado para conseguir alguna droga, preferentemente fuerte. Pero nadie
quería encarar la situación: mi amiga no se animaba y mis dos amigos decían que
a mí, como mujer, la transa iba a serme mucho más fácil. Malditos.
Me mandé. Fui y le pregunté a un pibe si rescataba algo. Yo
tenía plata y pollera. Dijo que teníamos que hacer el negocio en el baño.
Arriesgada accedí. Estábamos en eso, cuando alguien desde afuera empieza a
querer tirar la puerta abajo. Era un veterano re sacado que gritaba algo que yo
no podía entender, no sé si era por los nervios o porque realmente decía cosas
incomprensibles. Yo empujaba y el que estaba adentro parecía estar complotado
con él, porque no hacía nada. Me asusté, pensé que iban a violarme mientras mis
amigos estaban del otro lado del bar. Me hice la mala, no sé qué dije y en eso, escuché la voz de mi amiga que creo fue quien me salvó. La dejé entrar y obviamente, el
veterano entró de pesado gritando desaforadamente en otro idioma. Ahora éramos cuatro en
el baño. Sé que se zarpó un poco, hubo forcejeos que me amedrentaron. También sé que terminé
hablando con el primero, parándole el carro mientras sudaba miedo y el veterano se fue. Fue raro, no
me acuerdo bien, además todo eso sucedió en cuestión de segundos. Pero quedó
todo bien, la transa salió y no fuimos violadas. Un momento de mierda con
victorioso final. Toda una bravata adolescente. Nos retiramos, droga en mano, a un lugar llamado Rivendel (digno de reseñar, dicho sea de paso) porque allí, ya todo nos parecía muy turbio.
Lo gracioso fue que más tarde nos hicimos socios vitalicios,
íbamos siempre. Aunque eso no quita, que alguna que otra vez, haya habido bardo,
peleas. Pero nosotros caminábamos siempre con respeto, a quienes lo merecían.
La palabra cubil me reconforta. Ese bar acogía seres
anómicos en su tibio vientre. Las noches que pasé en el cubil de lobos no se comparan a otras. Por eso, en honor a ese
lugar, tomo el nombre y lo hago mío.
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